No sé dónde leí que Dante no hizo más que traducir las ideas y sentimientos de su época, los prejuicios teológicos y las supersticiones en boga; de modo que lejos de ser su poema una visión de la realidad sobrenatural, sería simple, aunque genialmente, la descripción de la conciencia y de la inconsciencia de la cultura determinada. Hay mucho de verdad en este aserto, pero no en el sentido que le atribuyen estos sociólogos del horror. Yo creo que Dante vió, como todo gran poeta, con espantosa nitidez, lo que las gentes de su época presentían de manera más o menos imprecisa. Y de ahí la resonancia de su obra, que era recitada por hombres casi analfabetos. Los ciudadanos que miraban pasar al poeta por las calle de Rávena, silencioso y enjuto, comentaban en voz baja, con sagrado recelo y sin intención metafórica: “Ahí va el que estuvo en el infierno”. Porque si esos visionarios no fueran más que mitómanos individuales, si sus visiones no fueran más que delirios privados ¿cómo explicar su trascendencia universal? ¿Cómo explicar que el resto de los mortales los tomen como intérpretes clarividentes de sus confusas angustias y esperanzas? ¿Cómo explicar, en fin, que la palabra Vate significa a la vez Poeta y Adivino?. Dijo William Blake que todo poeta está en el bando de los demonios, aunque a veces no lo sepa. También este admirable Carlos Alonso. Tiene pues autoridad para referirnos su propio descenso a los infiernos y la forma en que se ve a aquel florentino enjuto y enigmático que la gente de Rávena observaba con supersticiosa reverencia.
Ernesto Sábato
Noviembre de 1968
(Fragmento del prólogo a la primera edición de los dibujos de Carlos Alonso inspirados en la Divina Comedia, de Dante Alighieri, realizada por Ediciones Culturales Olivetti, en la Ciudad de Buenos Aires, durante 1968)